Edición nº 26  –  Abril. 2016

Lo he dicho siempre y lo repetiré cuantas veces me parezca necesario: lo que distin- gue al Colegio San Carlos del sinfín de instituciones educativas del país es que va mucho más allá de lo académico. Es un sitio que, más allá de generar estudiantes excelentes, como lo reflejan los resultados en las pruebas de estado, se enfoca en crear personas auténticas, personas de bien, personas fieles a lo que son; somos producto de muchas enseñanzas y lecciones extracurriculares que nos ofrece el colegio sin dárnoslas necesariamente en un salón. Las cosas que por tradición se acostumbran a hacer dentro de los corredores y patios, como los concursos de disfraces en Halloween, o las anuales competencias de poesía y literatura, o los no tan nuevos juegos de “Yo me llamo”, son mucho más que simples momentos del año en los cuales tenemos derecho a perder clase. Son oportunidades para crecer, para formar personalidad; y ahora nos están quitando uno de los más importantes: La Lunada. Siento que la limitación que puede llegar en años venideros solo servirá en función de un detrimento irreversible de lo que para mí representa esta institución.

Hablé con varios miembros del consejo estudiantil para enterarme sobre las razones por las cuales no habría Lunada este año. Todas las respuestas convergían en los mismos tres argumentos que les dio el rector. El primero era que ya no había tiempo para organizarla. Nunca he estado lo suficientemente involucrado en el montaje de algo tan masivo como para saber qué tanto tiempo se necesite, pero, según entiendo, todo estaba ya tan planeado y delineado que lo único que al final hizo falta para darle vida al evento fue la firma del rector en los papeles. El segundo era que “al colegio se viene a estudiar”.

Es específicamente por esto que me permití escribir la introducción como lo hice. Me niego a pensar que este colegio es simplemente una de

muchas máquinas especializadas en sacar buenos números pero nada más. Lo he pensado bastante, y sí: al colegio se viene a estudiar. Pero, primordialmente, al colegio venimos a formarnos como personas. Creo que si viniéramos únicamente a estu-

diar, no habría razón para plantear una Lunada en primer lugar; tampoco habría motivos para disfrazarnos en Halloween; y venirnos en pijama un día cualquiera no tendría sentido. Este sitio no es un lugar de notas. No hay ningún cartel a la entrada que

orgullosamente proclame que tenemos un ICFES Muy Superior (¡A+!) porque no es eso lo que nos hace quienes somos. Las innumerables enseñanzas del padre Francis de las cuales nos jactamos casi a diario son mucho más importantes que nuestros puntajes que a fin de cuentas no representan nada. No quiero pensar que en algún momento nuestras notas serán más importantes que nuestra cultura, como me da la

impresión que nuestro rector ha llegado a pensar: tanto así, como para que su tercera razón sea que la Lunada representa un riesgo académico. ¡Un riesgo académico! Es casi como si dijera que los numeritos rojos de la plataforma pesan más que un espacio artístico tan grande como la Lunada, a donde vendrían estrellas de talla nacional, con las cuales hubieran podido tocar artistas nacientes del colegio. Hubieran podido, si tan solo su desarrollo como personas, como artistas, como gente auténtica, interfiriera tan cruel e imprudentemente con las cosas verdaderamente importantes como sus notas.


Alejandro López, 11°C

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